La Fundación Esperanza y Alegría se hace mayor y suma ya más de 20 años ayudando a los más necesitados. Esta fundación que nació en Madrid ha regado de solidaridad 22 países, aunque actualmente centra su actividad en la Comunidad de Madrid y en India. En Papel ha querido conocer por dentro esta fundación con la ayuda de su presidenta, María Moreno.
Moreno ha sido trotamundos y allí donde ha viajado se ha llevado consigo sus dos pasiones: el emprendimiento y su vocación por ayudar a los demás. Una labor que fortaleció durante años en sus viajes a países desfavorecidos donde, como cuenta ella misma, “me chocaban las grandes diferencias que veía. Yo vivía en un mundo maravilloso y estar allí era un bofetón de realidad. Siempre iba a ver a los más necesitados”. Moreno reconoce que le costó dar el paso de constituir la fundación porque “era empresaria, estaba casada, tenía hijos y esto exige mucha dedicación”. Sin embargo, una carta que recibió en el año 2000 cambió su vida. Era del hermano Gastón Dayanand, -amigo de la Madre Teresa de Calcuta, que le informaba de las graves inundaciones que estaban teniendo lugar en el Delta del Ganges y su desesperación al encontrarse solo recogiendo los cuerpos en el río de las víctimas. Esa carta fue el germen de la Fundación Esperanza y Alegría.
Una fundación que ha saltado a los medios porque ha puesto en marcha en India siete escuelas socio deportivas en colaboración con el Real Madrid, pero que tiene otros grandes proyectos a sus espaldas. La Fundación Esperanza y Alegría pone en marcha tres tipos diferentes de proyectos. Los que construyen y entregan, los que construyen y mantienen durante un pequeño período de tiempo hasta conseguir que sean autosostenibles y los terceros para los que siempre se necesita ayuda son aquellos que no son autosostenibles y “nunca lo serán”, según María Moreno. Hablamos de orfanatos para los niños de la calle o las campañas de vacunación en las que se han centrado estos últimos años como consecuencia de la pandemia. Moreno recuerda la crudeza del virus en India porque “la gente se moría en la calle, se cremaba en la calle”. Ahora, siguen trabajando en el país construyendo un hospital. Tampoco fue fácil esta labor en el barrio del Pozo del Tío Raimundo en Madrid donde se han volcado en pandemia, sin dejar de lado el reparto de alimentos para las familias más necesitadas y la ayuda en la inserción laboral de los más jóvenes. Labores que iniciaron en el año 2007.
El objetivo prioritario de esta fundación y sobre el que gira toda su actividad es la educación. María Moreno subraya que “sin educación no hay futuro. La dignidad del ser humano es lo más importante y no se trata de dar, sino de enseñarles a conseguir las cosas. Aprender a leer, a escribir, la educación es lo más importante. Educar y educar en valores”. Sin embargo, no todo es un cuento de hadas porque la realidad del equipo humano que trabaja sobre el terreno es dura. Siempre faltan manos, reconoce Moreno, siempre se puede hacer más y, sobre todo, comunicar mejor para llegar a más gente. La presidenta de la Fundación admite que “tenemos muchas nueces, pero hacemos poco ruido”.