Cuando se acerca el ciclo de Monologuistas Majajadahonda, hemos tenido el placer de charlar con uno de ellos, “el frutero de 7 Vidas”, Santi Rodríguez, que va de la autocrítica al humor en un viaje a lo largo de todo el mundo.
‘Como en casa… en ninguna parte’ es un monólogo tipo standup comedy que permite visitar países como Estados Unidos, Francia, Argentina… y que nos refleja a nosotros mismos cuando somos turistas o cuando estos vienen a España.
El concepto de guiri queda muy difuso después de escuchar a Santi Rodríguez. Actuará el 24 de mayo en la Casa de la Cultura Carmen Conde.
¿Cómo es ’Como en casa… en ninguna parte’?
Pues nace de mi afición por viajar. Sale algo cómico de cómo reaccionas tú ante cosas que tú crees que son raras y el único raro a lo mejor eres tú porque donde las ves son las cosas más habituales del mundo.
Como si alguien viene aquí, no ha comido caracoles en su vida y diga: ¡Qué cosa más rara! O esa bolita verde que se comen de los árboles que se llaman aceitunas.
¿En ningún lado se está como en casa o hay que salir?
Los extremos no son aconsejables, entonces, ni siempre hay que estar en casa, ni decir que todo lo de fuera mejor y que hay que estar siempre viajando. Yo creo que con un término medio puedes disfrutar de todo.
Yo te digo una cosa, estoy harto de viajar y como duermo en mi cama no duermo ninguna parte. Ya puede ser el hotel más lujoso del mundo, que mi almohada y mi colchón son los mejores.
Pero viajar, conocer gente, abrir la mente es maravilloso.
Cuando viajamos, ¿somos nosotros los guiris?
Efectivamente, esa es una cosa de la que no nos damos cuenta a veces. Siempre decimos que son los guiris muy raros, tanto cuando vamos fuera, como cuando vienen. Y en una de las dos somos nosotros los raros.
Es una manera fácil y un poco, a veces, mediocre de justificar tu ignorancia, con eso justificas que no entiendes algo. Hay que ser un poco autocrítico.
Hablando de autocrítica, ¿es bueno reírse de uno mismo?
Sin duda. Yo es un ejercicio que llevo haciendo muchísimos años y viene maravilloso. Yo creo que las personas no empezamos a crecer hasta que somos conscientes de nuestras propias miserias.
Entonces, el sentido del humor empieza por uno mismo, sin duda. Entonces tú ves el espectáculo y te ríes, porque el personaje, que soy yo y que soy muy básico, muy torpe, tiene su punto de autocrítica. Intento que a alguien, a lo mejor, se le encienda el chip y diga: “¡Hostia! Pues efectivamente, a lo mejor tengo que ponerme las pilas un poco”.
¿De dónde surgió este espectáculo?
Esto es un poco mezcla de varias cosas, tiene gran parte de culpa, en el buen sentido de la palabra, Kikín Fernández, que es un guionista brutal, que me ha ayudado en varios espectáculos.
Es como ese tocapelotas que está en la cola de un monumento quejándose en vez de admirar algo que no tiene en su pueblo.
Hablando con él fuimos dándole forma a esto, junto con las experiencias que yo tengo, por ejemplo cuando hablo de cómo se comporta la gente en un bufet, pues es la experiencia que yo he visto, que he tenido de ver a la gente hacer barbaridades en un desayuno.
El monólogo se estrenó hace 14 años, ¿sigue siendo actual?
Con alguna adaptación, pero sí. Al fin y al cabo seguimos quejándonos de las cosas más absurdas. Es como la vida misma, la vida es un viaje.
Es un monólogo pensado para que la gente se ría y se identifique con algunas cosas.
Sobre las tablas, ¿cuánto hay de Santi Rodríguez y cuánto hay de un personaje?
Yo intento ser un tipo normal, la gente me lo dice, y yo creo que es como debería ser, pero hay gente a la que se le va la cabeza y se cree más que nadie.
A veces la comedia requiere llevar un poco las cosas al extremo, y puede rozar lo inconveniente, aunque yo intento hacer un humor muy blanquito. Cada compañero elige un humor distinto, y todos son maravillosos.
¿Es mejor el público del teatro o el de la televisión?
(Ríe). Sin duda alguna el del teatro. Lo que pasa es que la televisión te da a conocer, como me pasó a mí, con 7 Vidas, fue una locura con el frutero, o con GymTonic.
Pero en esta obra estoy yo solo, y soy responsable de lo que hay, intento conectar con el público, y me siento muy libre a la hora de improvisar.
Y siempre al salir de los espectáculos hablo con la gente, que me cuente… Es algo que muchos no hacen y esa experiencia es un privilegio. Hay que llegar al teatro esperando pasar un buen rato, sin prejuicios, y no alarmarse por ver un humor blanco, negro, azul… da igual el color.
Espero que la gente sepa diferenciarme de mi personaje. Recuerdo un día, cuando estaba trabajando en la serie, de vacaciones, con un camarero… que de repente llama a su mujer y le dice: “Que estoy con el camarero de 7 Vidas, ¡que es normal!”.
Has dicho que “quieres buscar el lado bueno de las cosas, porque ya estamos hartos del lado malo”.
Quiero que la gente deje los problemas fuera durante un ratito, no hago un humor complicado, hago mis reflexiones e intento tocar un poquito la fibra para hacer recapacitar.
Pero que cuando se vayan se lleven sus marrones (ríe).
Intento compartir lo que soy y lo que conozco de la vida, y hay gente que me da las gracias, y eso es lo más grande.
¿Qué les dirías al público majariego?
Que venga. Que vengan como quieran, pero que vengan. Que vengan dispuestos a olvidarse del marronazo de semana y cuando lleguen al teatro, se sienten en la butaca, se relajen y entren en el juego que yo les propongo, del viaje, y que vengan a disfrutar.
Que sepan que hay una persona ahí, que va con toda la ilusión, que es consciente de que muchos nunca han visto un monólogo de Santi Rodríguez, pero que solo pretende que se lo pasen bien.
Yo en el espectáculo suelo decir que viajar abre la mente, pero según donde vayas el culo también, entonces, si quieren conocer por qué, que vengan, que no le vamos a pedir la documentación en ningún sitio.
Vamos a dar una vuelta al mundo, por lo que vale una entrada al teatro, y no van a encontrar una oferta mejor en ninguna agencia de viajes. Vamos a visitar países como Estados Unidos, Japón, Australia, Argentina…
¿Lo del culo es por la dieta de algunos sitios?
¡Justo! (ríe). Es por el picante. Pero que vengan, que hay muchas cosas más (ríe). Si lo vas a poner, explícalo, no vaya a ser que alguien se enfade.
Últimamente, tenemos la piel muy fina con todo, la gente enseguida dice “has querido decir…” y no he querido decir nada. Espero que no haya gente que se moleste.