Solo diecisiete de ciento cincuenta y cinco. Con números se ve más claro que con letras. Es el (des) equilibrio entre hombres y mujeres que han ganado el premio Nobel de Literatura a lo largo de su historia. Los premios de la Academia sueca se entregaron por primera vez hace ciento cinco años. Entonces, ya había mujeres que escribían (y muy bien).
Con Annie Ernaux, la flamante autora francesa premiada este año con el galardón, recuperamos los datos, celebramos su nombre y volvemos a hablar de su obra que experimentará un repunte de ventas. Ojalá llegue a los colegios mayores y a las residencias de estudiantes.
Conocí a Ernaux hace solo unos años y la bendije en la intimidad de su lectura como siempre ocurre cuando descubrimos a un escritor: ¡fiesta! Y es curioso, nunca piensas que las autoras deberían ser premio Nobel. Quizá porque las mujeres excelentes no esperan reconocimientos. Los hombres quizá tampoco… Recuerden que Javier Marías se descolgó de los premios. Pero hay otros que los piden por ellos. Y así.
Es la literatura una disciplina extraña, que deja muchos locos por el camino. Rosa Montero ha dedicado su libro El peligro de estar cuerda a las chifladuras de los creadores. La lista entera, documentada de manera magistral, está en el volumen de Rosa.
A Ernaux, que escribe desde el desgarro, el Nobel la llena de responsabilidad “para continuar”. Es lo que dijo en la tarde del 6 de octubre, recién conocida la noticia. La mujer que ha sabido retratar a los perdedores desde su narrador en primera persona huye de los elogios porque quizá nunca los necesitó para escribir. Y ahora le pesan para seguir haciéndolo.