Imagine que se compra una mesa y unas sillas para su jardín. Imagine que a su vecino que lo ve desde la ventana no le gusta su elección. Imagine que una noche decide saltar la verja y destrozar su mobiliario. Seguramente no sea el mejor ejemplo para entenderlo, pero sirve de ayuda. Un país libre y soberano como Ucrania tomó la decisión de unirse a la Alianza Atlántica y la respuesta de su vecino, Rusia, ha sido la de atacarlo, bombardearlo e invadirlo. A la pérdida de vidas humanas que ya se cuentan por miles, se le suma el drama de los refugiados. Según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados siete días después del inicio de la guerra, al cierre de esta edición, más de 1,5 millones de personas, la mayoría mujeres y niños, habían salido de Ucrania. ACNUR calcula que hasta cuatro millones de personas podrían dejar el país. La Comisión Europea eleva la cifra de refugiados hasta los siete millones y se prepara para gestionar una crisis sin precedentes.
Esta guerra solo tiene un responsable que se llama Vladimir Putin. Un sátrapa de manual que ha llevado a su país a un callejón sin salida donde se ha encontrado con el rechazo de la Comunidad Internacional, incluidos países tradicionalmente neutrales que están poniéndose del lado de Ucrania, de la Unión Europea y de Estados Unidos. Ni siquiera China ha roto una lanza en favor de la locura de Putin. Solo Marruecos, según algunos analistas internacionales, ha querido mandar un mensaje relajando los controles en la frontera con Europa por el paso de Melilla provocando una llegada de miles de inmigrantes. Sin embargo, tratar de contraponer las fotos de los refugiados que salen de Ucrania huyendo de una guerra con los que saltan la valla de Melilla empujados por las mafías para buscar una vida mejor, es absurdo.
La Solución la tienen que encontrar los propios ciudadanos de Rusia
Desde esta cabecera esperamos que la diplomacia triunfe y que el fin de las hostilidades se produzca cuanto antes, pero también creemos que la Comunidad Internacional tiene que aprovechar esta unión sin fisuras para poner a Putin frente al espejo. Aislar a Rusia, perseguir las corruptelas del Estado y dejar de amparar a los oligarcas que campan a sus anchas por medio mundo. Solo así se puede conseguir una respuesta interna de rechazo por parte de los ciudadanos de Rusia hacia un gobernante que más bien parece un dictador. La solución la tienen que encontrar los propios ciudadanos de Rusia que no merecen a quien les gobierna, pero desde fuera se les puede mandar mensajes de aliento para que se atrevan a dar el paso. Hay mucho Navalny en Rusia. No estáis solos.