En su último episodio, Pesadilla en la Cocina aterrizó en Majadahonda para salvar Tradiciones Peruanas, un restaurante de cocina peruana a diez minutos de la Gran Vía majariega, y cuya plantilla logró sorprender a un Alberto Chicote que lo ha visto casi todo.
La comida no era un problema para los clientes, pero sí para las cuentas del restaurante, debido a la cantidad de cada plato y a que ni Jorge, ni Lis, los propietarios, nunca habían calculado los costes de cada ración. A eso se le sumaba el ambiente entre el personal, todos ellos familia, que protagonizaban constantes discusiones, en su mayoría causadas por Jorge. Muchos comensales se iban descontentos. Y esto acababa provocando que Lis tuviera que poner el sueldo que ganaba como limpiadora, para continuar manteniendo el restaurante.
La grabación tuvo lugar meses atrás y Tradiciones Peruanas sigue abierto, pese a que muchos de los locales por los que pasa Chicote no aprenden la lección y acaban colgando el cartel de cerrado. Hemos podido comprobar que siguen atendiendo pedidos y reservas, aunque tras el paso del famoso cocinero, la situación del restaurante sigue siendo complicada. Ni siquiera han aprovechado el trampolín mediático que supone aparecer en el programa de La Sexta.
Grandes raciones y grandes discusiones
Mientras Alberto Chicote ojeaba la carta pudo comprobar como Lis y Jorge comenzaban a discutir y gritar en la cocina. El motivo, que Jorge no había comprado los pollos, para disgusto del televisivo chef. Lo que verdaderamente supuso un problema, más allá del estado de la cocina, fue la falta de liderazgo de Jorge, que se mostraba cansado ante “sueño de su vida”.
Cuando surgía un problema, Jorge trataba de evitarlo refugiándose en una habitación en la que veía Pesadilla en la Cocina, tumbado en un sofá, “para aprender un poco”, según él, que acusaba al personal de todos los problemas. Esto desesperaba a Lis, que tras poner su salario mes a mes en este negocio, veía como Jorge se levantaba a las diez de la mañana y abandonaba el restaurante antes de terminar el servicio.
Uno de los momentos más tensos del programa fue cuando Chicote le plantó cara a Jorge, tratando de hacerle entrar en razón ante su actitud pasiva, logrando que comprendiera su rol como líder. La reforma permitió que el local ganara muchos puntos entre los clientes, pero en cuanto a la carta elaborada por el chef Chicote, “apenas queda nada”, según algunos clientes que han visitado el establecimiento en las últimas semanas.
Algunos platos han sufrido variaciones y otros han desaparecido de su oferta habitual. Solo hace falta prestar atención a las reseñas sobre Tradiciones Peruanas, para darse cuenta de que la evolución del restaurante tras la marcha de Chicote no ha sido todo lo positiva que este esperaba. La papa rellena o el lomo salteado, dos platos emblemáticos de la cocina peruana, no están siendo bien recibidos por algunos comensales, aunque otros elogian la mezcla de sabores peruanos en la carta.
Tanto Jorge como Lis siguen intentando sacar adelante un negocio que ha conseguido entender la importancia de calcular los costes por plato, con un margen de beneficio que no arrojara pérdidas. Y el ambiente, también en la “hora loca”, en la que el reguetón sonaba y los propietarios bailaban con los comensales disfrazados de personajes como Daddy Yankee o Annuel, ha mejorado considerablemente, según su clientela, aunque “algunos platos ya nos los sirven como antes”.
Su futuro es incierto, aunque han logrado solucionar dos de sus grandes problemas, las discusiones y el tamaño desorbitado de las raciones.