El Rayo Majadahonda ha certificado el descenso a Segunda RFEF, después de una temporada desastrosa, en la que no se recuerda ninguna alegría del equipo de la ciudad.
Majadahonda es la envidia deportiva de la zona noroeste en la Comunidad de Madrid. Baloncesto, rugby, hockey, vóley playa, pero el fútbol, sobre todo el fútbol, ha dado muchas alegrías.
Seguramente la afición nunca haya estado a la altura, porque ni siquiera supo llenar el campo cuando el Rayo se paseaba por los campos de segunda división, pero esa excusa no exculpa a la directiva de una planificación deportiva desastrosa que tendrá serias consecuencias. Las primeras serán económicas. El club acaba colista, desciende y verá reducidos los ingresos que proceden de su “estatus” deportivo. Esperemos que a nadie se le ocurra la brillante idea de compensar esa pérdida de ingresos incrementando la factura de los cientos de familias que tienen a sus hijos jugando en las categorías inferiores del club.
Lo del Rayo, no nos engañemos, es la crónica de una muerte anunciada. Un club que se quema porque ha jugado con fuego estas dos últimas temporadas. Seis entrenadores en dos campeonatos es un dato que demuestra el escaso interés de la directiva, que encabeza Enrique Vedia, en poner sobre la mesa un proyecto deportivo serio y de garantías que esté a la altura de lo que se espera de este club.
El Sabadell cambió de entrenador, pero lo hizo para reaccionar y gracias a ello sigue en la pelea por salir de los puestos de descenso. La sensación que dejan las decisiones del Rayo son más bien de improvisación, de a ver qué pasa. Y lo que ha pasado es que el equipo solo ha ganado dos partidos en 2024. La directiva debe analizar el descalabro y asumir responsabilidades. Es necesario un verdadero acto de contrición antes de pasar página. Y que esta vez, cuando se pase página, se escriba una meditada, diseñada y pensada que nos dé un proyecto deportivo a la altura del club, para recuperar la categoría y volver a ser el equipo que lucha por el ascenso.
El punto de inflexión del desastre fue aquella eliminatoria de la Copa del Rey, de infausto recuerdo, ante el Atlético de Madrid en enero de 2022. El club se empeñó en jugar en el campo rojiblanco, en contra de la afición, de parte de la plantilla y del staff técnico. Ese año pudimos salvar los muebles gracias al buen hacer de Abel Gómez en el banquillo que nos llevó a jugar el playoff de ascenso. Incomprensiblemente, el club no le renovó y empezaron los experimentos de entrenadores sin experiencia, con honrosas excepciones como las de Alfredo Santaelena o Armando de la Morena.
El primero tampoco quiso seguir vinculado al club y el segundo ha estado solo dos meses dirigiendo al equipo en esta temporada. Los experimentos es mejor hacerlos con gaseosa.