La moda de vapear se ha colado entre los jóvenes, y no tan jóvenes, sin llamar la atención. Eso ha provocado que hoy, en cualquier discoteca o bar de España, alguien pueda vapear sin ser sancionado ni recriminado por los que le rodean, que, agradados por el olor, incluso, se atreven a imitar el gesto. Y lo más probable es que tengan una máquina en el propio establecimiento para poder adquirirlo. El vapeador cuenta con la aceptación social para consumir con libertad en casi cualquier sitio. También le ampara la no legislación, que, aunque se empieza a debatir, todavía no ha entrado en la profundidad de la cuestión.
La cuestión es si estos “vapos”, así lo llaman quienes lo consumen, son perjudiciales para la salud. Y la respuesta es sí, incluso los que no tienen nicotina. Lo asegura la Dra. Myriam Aguilar, facultativa adjunta del Servicio de Neumología del Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda: “La nicotina es la responsable de crear adicción y, por ello del mantenimiento del consumo, es la responsable de la sensación de placer y recompensa, también de la dependencia y abstinencia, pero no la principal responsable de las patologías asociadas al tabaquismo. Las sustancias que se asocian tanto en el cigarrillo tradicional como en el electrónico son las causantes de las patologías asociadas al tabaquismo, sustancias como los benzopirenos o las nitrosaminas, los alquitranes, sustancias oxidativas o el monóxido de carbono y la nicotina por sí misma son causantes de patologías respiratorias, tumorales, cardiovasculares, etc. Y estas están presentes tanto en el cigarrillo tradicional como en el cigarrillo electrónico”.
Eso si hablamos de los vaporizadores sin nicotina, que, si sumamos la sustancia adictiva, la Dra. Aguilar asegura que “deberían ser equiparables al tabaco”. “El cigarrillo electrónico tiene una composición variable y el contenido de nicotina puede variar desde aquellos sin nicotina, hasta una concentración baja (6 mg), media (11 mg), alta (16 mg) e incluso adicional con 24 mg de nicotina. Un cigarrillo medio contiene 8 mg de nicotina aproximadamente, aunque varía en función de las marcas. Por tanto, las diferencias con el cigarrillo tradicional no son tantas, desde el punto de vista de las sustancias tóxicas que contienen y de los efectos que pueden tener en el organismo, exceptuando el dispositivo, el olor que genera en función de las esencias que incluya y la ‘falsa seguridad’ de los fumadores/vapeadores por desconocimiento”, explica.
El atractivo de este vapeador radica en su sabor y en su olor, al que es difícil resistirse. Carmen llevaba casi 20 años sin fumar y este verano probó uno sin nicotina. “Estábamos en la playa y me entró curiosidad”. La respuesta fue casi inmediata, a los tres días ya tenía uno en casa de repuesto, por si se le gastaba el anterior.
La adicción a estos vaporizadores desechables es una realidad, asegura la Dra. del Servicio de Neumología del Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda. “El tabaquismo es considerado una enfermedad adictiva, crónica y recidivante.La nicotina es la sustancia que, principalmente, genera la dependencia física, y la mayoría de los cigarrillos electrónicos contienen cierto grado de nicotina, pero el tabaquismo hay que verlo como una enfermedad más amplia, con cierto grado de dependencia psicológica también (los fumadores a veces lo hacen en ciertos momentos, principalmente los jóvenes, asociado al momento de salir de fiesta, reunirse con amigos…). Ambas dependencias son importantes y conllevan un consumo perjudicial para la salud”. Carmen dejó de comprar vaporizadores al regresar de vacaciones. “Notaba que cada vez me apetecía más”, dice.
CIFRAS PREOCUPANTES
El consumo de estos productos ha aumentado de forma considerable. La última encuesta elaborada en 2021 por el Ministerio de Sanidad sobre el Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España señala que “el 21,7 % de los adolescentes de 15 años lo consumió en 2021 tanto con nicotina como sin ella, una cantidad que asciende a los 17 años, cuando son el 27,7 % los que admiten vapear también con y sin nicotina”. Una cifra que califica de “preocupante”.
La Dra. tiene la misma opinión y añade más datos: “Según datos del último eurobarómetro, una encuesta europea realizada a 28.300 personas, hasta un 13% de las personas han utilizado el cigarrillo electrónico, incluyendo como tales tanto el cigarrillo electrónico como los productos que calientan el tabaco (IQOS), y un 3 % lo utilizan a diario. Este cambio en el inicio de los jóvenes al tabaquismo con los cigarrillos electrónicos preocupa por el desconocimiento de los jóvenes de las complicaciones asociadas y de la sensación de inocuidad de esta forma de fumar”.
Ese cambio de tendencia también lo ha notado Ana, que trabaja en un estanco de Majadahonda. “Desde principios del verano nos los piden casi todos los días. Cada vez compran más, con y sin nicotina”, asegura. Se pueden ver nada más entrar al establecimiento. Están en un lugar privilegiado de la vitrina. Cuestan entre 8 y 12 euros (500 y 600 caladas). “¿Tienes de melón?, pregunta un joven. Muchos de los que se interesan por el producto son jóvenes, pero “no solo compran ellos”, señala la empleada. “Hay de todas las edades”. “Y la mayoría fumadores”, subraya.
¿ALTERNATIVA AL TABACO?
Ese es otro de los atractivos de este producto, que se presenta como ‘salvador’ ante el tabaquismo, pero que en ocasiones puede producir el efecto contrario, asegura la Dra. Aguilar: “Algunos fumadores lo utilizan pensando que es un paso previo para dejar definitivamente de fumar, pero se ha visto que aumenta el consumo dual (cigarrillo electrónico y convencional) y, en la mayoría de los casos perpetúa el tabaquismo”.
Incluso podría ser un incentivo para aquellos que no fuman, añade: “Sin duda, el vaporizador es, en muchos casos el paso previo al cigarrillo convencional, principalmente en jóvenes que se inician en el tabaquismo. En Estados Unidos un 58,8 % de los fumadores de cigarrillos electrónicos eran fumadores duales (cigarrillo electrónico y convencional) y el 40 % de los fumadores de cigarrillos electrónicos de 18 a 24 años nunca había sido fumador de cigarrillos convencionales previamente”.
Sanidad no da su visto bueno al consumo de estos vaporizadores, tampoco los que se preocupan por el medioambiente, que alertan de que su fácil desecho “está empezando a ser un problema”, pero y la normativa, ¿qué dice?.
El pasado mes de mayo, el Consejo de Ministros aprobó un anteproyecto de ley que tiene como objetivo regular la venta exclusiva de los cigarrillos electrónicos en estancos en un plazo de cinco años, a través de la red de expendedurías de tabaco y timbre del Estado.
La decisión deja un margen amplio, que abre el debate. Los consumidores defienden su uso, “estamos hartos de que nos prohíban cosas”, señala un ex fumador mientras retira el plástico a su nuevo “vapo de sandía”, y las asociaciones de vapeo opinan que relegar la venta de estos desechables abriría el camino a un mercado negro.
Sobre la regulación también se ha pronunciado la Dra. Aguilar, quien cree que “el consumo de vaporizadores, cigarrillos electrónicos o productos que calientan el tabaco deberían estar regularizados y debería ser equiparable a la legislación del cigarrillo convencional”.
“SE MANTIENE LA TENDENCIA DE FUMADORES”
El consumo del tabaco no ha aumentado en España, pero tampoco ha descendido. La Dra. Myriam Aguilar, facultativa adjunta del Servicio de Neumología del Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda, ha señalado que “en los últimos años la tendencia es a estabilizarse y, según el último eurobarómetro, un 23 % de los europeos son fumadores activos. En España las cifras están en un 24 % y se mantiene más o menos estable con datos de años anteriores”.
A esa cifra habría que sumar el número de nuevos “vapeadores”. La Dra. explica la composición de uno de estos productos: “Un cigarrillo electrónico tiene una composición variable, que va a depender del contenido del líquido que se inhala (la composición del cartucho), de la temperatura que alcance y de la fabricación y diseño del dispositivo, pero todos tiene sustancias tóxicas que incluyen un propylenglicol o glicerol (glicerina), esencia de tabaco y otras esencias y alcohol, además de otros productos tóxicos, muchos de ellos desconocidos y la presencia en mayor o menor medida de nicotina”.