La doctora Charo Ortín, Fundador & Cofounder, de Foren Project, ha protagonizado un nuevo Martes del Emprendimiento organizado por el Instituto de Emprendimiento Avanzado, con el patrocinio de Iberdrola, que ha conducido el CEO de esta escuela de negocios, Wilfredo Jurado, y en el que hemos podido ver como la tecnología no tiene límites en el sector sanitario.
La neurociencia cada día gana más terreno en el sector de la sanidad, con terapias que parecen futuristas, pero ya son reales. La media de edad de los pacientes que necesitan terapias neurológicas es de 35 años, “cada vez son más jóvenes”, comentaba Ortín. En el caso de Foren Project, pacientes que no podían caminar, ni siquiera mover los dedos de los pies, han conseguido volver a andar. Y, aunque con dificultades, han vuelto a ser autónomos. Lo futurista está en unas gafas de realidad virtual, que consiguen “engañar” a las neuronas espejo de nuestro cerebro.
Las neuronas espejo son aquellas encargadas de que aprendamos a partir de la imitación. Estas neuronas se activan cuando vemos u oímos algo que reconocemos, sin necesidad de que nos movamos, “como le ocurre a un pianista que está escuchando a otro pianista tocar”, explica Ortín. Un claro ejemplo es el bostezo, un gesto que muchas veces resulta contagioso. Pero para que esto ocurra, según las investigaciones que ha llevado a cabo Ortín, es necesario que la otra persona esté a menos de tres metros de distancia, la imagen sea en 3D (es decir, que no sea una película) y nuestro cuerpo crea que puede realizar esa acción. Además, ha descubierto que los verbos imperativos, como las órdenes, activan estas zonas del cerebro. Lo más importante es que permite aplicar una terapia sin medicación.
Con ayuda de varios fisioterapeutas logran que el paciente pueda imitar el movimiento que percibe a través de estas gafas, que simulan a la perfección la sala en la que se encuentra, “consiguiendo que la vista, uno de nuestros sentidos con más neuronas espejo, haga creer a nuestras neuronas espejo que nos estamos moviendo. Tenemos que entrar al paciente por la vía visual”, explica Ortín, a lo que matiza que “nuestro cerebro es práctico, si comprueba que no puede hacer un determinado movimiento, va a acabar transformando las neuronas responsables de este, en neuronas con otras funciones, debido a la plasticidad”. Se entiende mejor con uno de los ejemplos que puso Ortín; puesto que es el motivo por el que las personas con una discapacidad visual severa desarrollan un mejor olfato.
Para que el tejido nervioso vuelva a regenerarse es necesario tener en cuenta cuatro factores, una alta intensidad, las repeticiones, la motivación y la recompensa neurológica, que siente el cuerpo cuando cree, gracias a la realidad virtual, que nos estamos moviendo. Pero esta terapia solo se aplica a pacientes que por un ictus, o alguna enfermedad similar, han perdido la movilidad por completo.
Charo Ortín lleva a cabo estas terapias en su centro de rehabilitación neuronal de Tres Cantos, en Madrid. Trató de estandarizar todo el proceso para crear un producto, debido a su potencial comercial, pero según Ortín, aun contando con el apoyo de Sanitas, esto desvirtuaba mucho su sistema, por motivos de optimización del tiempo y otras adaptaciones a diferentes formas de trabajo. Así que prefirió quedárselo para ella misma, y no cree que haya posibilidades de expansión. Otro de los motivos, tras conseguir algunas ventas y patentes, fue que con la llegada de la pandemia, la inyección de capital de Sanitas se acabó.
Comenzó su andadura empresarial contando su idea a todo aquel que conocía, hasta que un día conoció a un equipo que trabaja con gafas de realidad virtual, The Vrain, y entonces le propusieron hacer una prueba. Para Charo Ortín “no vas a ningún lugar solo, tienes que hacer un equipo y es importante que las personas te gusten”. “Fue muy difícil simular la sala con todos y cada uno de los detalles para poder engañar al cerebro, incluso con la misma ropa”, contaba Ortín. Otra mala experiencia fue la decisión de poner publicidad, “porque entonces nos empezó a llamar un montón de gente pidiendo cosas que no podíamos hacer”.
“Emprender en sanidad es muy complicado, por los permisos, las patentes, la investigación… resultan muy caros”, apuntaba Ortín, que como consejo deja que “debes conocerte a ti mismo y a tus necesidades. Porque yo he fracasado como gran empresaria, pero soy feliz”.