Agentes de la Guardia Civil, en una operación conjunta con la Policía Nacional y los Mossos d’Esquadra, han desarticulado dos grupos criminales especializados en robos con fuerza, e incluso en el uso de explosivos.
Los detenidos, residentes en Madrid y Málaga principalmente, también cometían robos con violencia simulando ser miembros de las fuerzas de seguridad y utilizando técnicas, medios y equipamientos especiales, no dudando en detener ilegalmente a sus víctimas y empleando una violencia extrema.
Los investigados actuaban por todo el territorio nacional y contaban con un amplio historial delictivo, se les imputan 15 hechos delictivos en los que sustrajeron más de 600.000 euros, entre los que se encuentra el robo en el mes de febrero de este año en una óptica de Majadahonda.
Los agentes han detenido a 14 personas y han realizado 23 registros simultáneos en los que han intervenido una gran cantidad de armas y cartuchos, balizas GPS, material de cerrajería para la apertura de puertas, inhibidores de alarmas, numeroso material y ropa de Policía Nacional y Guardia Civil, dinero en efectivo y placas de matrícula falsas, entre otros efectos.
En la óptica majariega se llevaron gafas, monturas y alarmas para lentes valoradas en más de 10.000 euros, pero antes sustrajeron un vehículo de alta gama en un concesionario madrileño e intentaron usar explosivos, pero teniendo que huir, en un banco en Pinto.
Los explosivos utilizados, denominados por los miembros del grupo como “petacas”, eran fabricados por ellos mismos a partir de la pólvora de petardos y otros artefactos pirotécnicos.
El modus operandi utilizado constata la ejecución de los robos en tres fases. La primera consistía en seleccionar a los objetivos o víctimas; para ello disponían de informaciones privilegiadas o “santos” sobre la capacidad económica de las posibles víctimas o su relación con negocios ilícitos, tales como el tráfico de drogas o la tenencia de importantes cantidades de dinero de difícil justificación.
La segunda fase se basaba en vigilar a las víctimas, controlando sus rutinas y movimientos. Esto conlleva un alto grado de profesionalidad e infraestructura, así como el uso de técnicas y medios especiales como cámaras de vigilancia o balizas GPS.
La ejecución del robo conforma la tercera y última fase. En función del objetivo, sería un robo con fuerza o con violencia; en el segundo caso, simulando ser miembros de las fuerzas de seguridad y utilizando técnicas, medios y equipamientos policiales, no dudando en detener ilegalmente a sus víctimas y empleando una violencia extrema.