Como cada año, deslizamos nuestra felicitación sin saber si se cumplirá. Lo pronunciamos sabiendo que no hay certezas para que se cumpla porque sólo es eso, un deseo.
Este 2024 empieza raro, porque no hemos sido capaces de solucionar ninguno de los problemas heredados de 2023. Ni aquí, ni allí, fuera de nuestro país donde a la guerra de Ucrania, de la que cada vez se habla un poquito menos, se ha sumado el conflicto en Oriente Próximo. Así que son dos los conflictos armados con sus muertos y sus destrucciones.
Tampoco España está para fiestas. Hemos llegado a fin de año con gobierno, pero ¡qué gobierno de incertidumbres! ¡Y qué oposición! Sin alternativa a las mayorías construidas con formaciones que, por la derecha o por la izquierda, generan crispación. Cada una con sus razones a cuestas, naturalmente. Una pena.
El año además vuelve a ser electoral en plazas complicadas, como Galicia o el País Vasco donde, visto lo visto en Pamplona, podría haber un lehendakari de Bildu. El PSOE dice que eso nunca ocurrirá, pero ya hemos aprendido a interpretar al partido de Sánchez y donde dice no, puede ser que sí. Junio traerá además las europeas y el gran choque de Podemos (o lo que quede de la formación) y Sumar. Eso, para entendernos, significa que vamos, como mínimo, a un semestre de parálisis salvo para aprobar los compromisos, léase la ley de amnistía, y las medidas que interesen de cara a las urnas.
Con más miedo a las alianzas por la derecha que por la izquierda, con más reparos a Vox que a Bildu, esto es lo que votó España. Aunque no votó a un PSOE que fuera capaz de hacer tantos malabarismos. Otros lo llaman traiciones. Feliz año.