Uno de los mayores privilegios de nuestra localidad es su entorno natural incomparable. Pocos madrileños pueden presumir de contar con un monte cubierto de majestuosos pinos y encinas, atravesado por infinitos caminos que invitan a explorar y perderse en la naturaleza.
Ya sea a pie o en bicicleta, este espacio ofrece una oportunidad perfecta para desconectar del ajetreo diario, hacer ejercicio o simplemente disfrutar de momentos en familia, todo en un entorno apacible pero revitalizante. Sin embargo, esta idílica historia está lejos de tener un final feliz, al menos por ahora.
Este tesoro natural presenta un importante inconveniente: su acceso. Desde el parque del Reventón, el único camino de entrada se enfrenta a una pendiente de inclinación extrema, llena de surcos profundos que, además de incómodos, suponen un verdadero peligro, especialmente para los niños.
Esta amenaza dejó de ser una simple advertencia hace unos días, cuando el terreno se convirtió en un desafío insalvable para los pequeños del colegio San Jaime, que, durante su excursión anual en bicicleta, vieron truncada su ilusión al enfrentarse a este tramo.
Tropiezos, resbalones y caídas empañaron lo que debía ser un día de disfrute en la naturaleza, convirtiéndolo en una experiencia frustrante. Este problema, aunque no es nuevo, sí es urgente.
¿Cómo es posible que un espacio tan valioso esté prácticamente inaccesible para buena parte de la población? En una sociedad que promueve la actividad física y el contacto con la naturaleza, resulta inaceptable que no se tomen las medidas necesarias para garantizar un acceso seguro y adecuado. Nuestros niños, nuestras familias y este monte tan preciado lo merecen.
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Miguel Ángel Garrido, vecino de Majadahonda