Sol, crema, olor a hierba mojada, el cuerpo embadurnado de salitre o de cloro. Contamos ya los días para que lleguen las vacaciones y podamos aparcar por unas semanas el año laboral, académico, errante o sabático que hemos vivido.
Cambiaremos de aires o al menos de horarios, usos y costumbres. Sí, ya sabemos que solo será por unas semanas, pero nos servirá para coger fuerzas y encarar el nuevo curso.
Quién sabe si en el mismo sitio. Quién sabe si haciendo lo mismo. Porque el verano es ese paréntesis en la vida que invita a soñar y soñar nos lleva irremediablemente a reflexionar sobre si tenemos lo que queremos para ser felices. El verano pone la primera piedra para el cambio y ordena sentimientos, personas y proyectos sobre los que han girado nuestros meses anteriores. Volveremos con las pilas puestas, pero soñar y reflexionar puede hacer que cuando regresemos nos lancemos a nuevos proyectos.
El verano es esa estación que nos reencuentra con las personas que identificamos con el buen rollo porque no hay obligaciones. O al menos no son las mismas obligaciones que tenemos durante el curso. Es la estación que olemos, saboreamos, tocamos y vemos con los mejores ojos. No hay horarios y no hay prisa. Nada tiene que estar para ayer y cuando decimos “vuelva usted mañana” lo decimos de corazón porque queremos volverte a ver. Playa y piscina; cartas y siesta; sandía y paella; la plaza del pueblo y la peña; montaña y excursiones; barbacoa y fiestas hasta el amanecer; dormir con la ventana abierta y levantarte empapado de sudor.
Todo eso nos recuerda al verano que empezará y que no será igual que los anteriores. Ninguno lo es. Las canciones del verano serán distintas y la programación del cine de verano no pondrá este año la misma película de los años 80.
Vivimos en una época en la que no somos capaces de conectar nuestro cuerpo con la mente. Todo es para ya. Permanecemos conectados a todas horas con nuestras obligaciones y con nuestro ocio, a través de un teléfono móvil que llevamos en la mano. Guárdenlo en un cajón durante sus vacaciones.
Desconecten del teléfono para conectar con su familia y con sus amigos. Háganlo para que su mente conecte con su cuerpo, aunque solo sea durante unas semanas.
Después llegará lo peor del verano. Las despedidas. Hacer el amor es muy fácil, pero deshacerlo es muy complicado. El primer amor que conocimos un verano se quedará para siempre, aunque no de la forma en que nos gustaría que lo hiciera. ¿Qué habrá sido de él? ¿Qué habrá sido de ella? Fue en un pueblo con mar, una noche después de un concierto. Nos dijimos adiós, ojalá que volvamos a vernos.